El concurso de acreedores es un procedimiento legal que tiene como objetivo reconducir la situación de insolvencia de una empresa. El concurso finaliza con un convenio entre los acreedores y la empresa deudora. En este caso, el acuerdo entre las dos partes permite que los acreedores recuperen la máxima proporción de crédito posible y la compañía continúe operando. También puede finalizar con la liquidación cuando la empresa se cierra y su patrimonio es dividido entre los acreedores.
Últimamente, para tratar de salvar empresas y mantener una parte de los puestos de trabajo, hay casos en que se vende la unidad productiva, es decir,
Hace pocos días, el Refor (Registro de Economistas Forenses del Consejo General de Colegios de Economistas) hacía públicos datos que ponen de manifiesto que no es fácil que una empresa sobreviva a un concurso. Así, sólo tres de cada cien empresas en concurso se salvan. Posiblemente éste mal resultado explica que, en comparación con otros países, pocas empresas utilizan el proceso concursal. Aún así, en 2012 entraron en concurso 8.726 empresas españolas y se espera que en 2013 hay entren unas 11.000.
Entre las causas que explican la alta mortalidad de las empresas en concurso, se puede destacar que se retrasa demasiado el momento de pedir el concurso. Por lo tanto, los problemas tienen una solución más difícil, ya que la empresa está a menudo muy deteriorada. En otros países, como por ejemplo los Estados Unidos, las empresas solicitan el concurso cuando están a punto de incumplir los primeros compromisos de deuda. Aquí, cuando una empresa entra en concurso ya hace meses, e incluso años, que ha comenzado a tener dificultades de tesorería. Por otra parte, en algunos países hay más tradición de cumplir los compromisos adquiridos. En España, en la mayoría de concursos, o bien no hay acuerdo, o bien se incumplen los acuerdos alcanzados. Un aspecto que también condiciona las posibilidades de supervivencia de las empresas en concurso es que la ley tiene como prioridad proteger los acreedores y, en cambio, salvar la empresa es secundario. En otros países la continuidad de la empresa es la prioridad que guía todo el proceso concursal. Hay otros motivos que explican la aversión de muchas empresas a utilizar la vía concursal. Por una parte, la imagen de la empresa se ve muy perjudicada, lo que hace más difícil mantener los ingresos y la posibilidad de seguir contando con la confianza de empleados y clientes. Otro aspecto que hace muy costosa la vía del concurso es su duración, que en promedio se prolonga más allá de los 35 meses.
Todos estos problemas pueden aconsejar la revisión del marco legal vigente, sobre todo para que ayude a aumentar el número de empresas que sobreviven a un concurso.
Publicado en: L'Econòmic de Catalunya 20-04.2013
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